[EL PROTECTORADO] De gamusinos, funerales y volcanes
AL RAISULI | Leía con un punto de desolación existencial la noticia de que el Procurador del Común se va a ocupar de investigar a los gatos callejeros de Ponferrada. Anda que no tendrá el afortunado ciudadano que ejerce esa canojía asuntos importantes de Ponferrada y el Bierzo en los que ocupar su tiempo sin dedicarse a problemas menores de competencia municipal. No sé nada de este ilustre el defensor de la ciudadanía, pero no cabe duda de que en su hoja de méritos deberían figurar las épicas cacerías de gamusinos que protagonizó en sus años mozos.
Y es que el nivelazo de los servidores públicos con cargos representativos de alto copete es cada día más inalcanzable para el común de los mortales que administran una elemental prudencia. A nadie en su sano juicio se le ocurriría pilotar un Boeing 747 con 500 pasajeros solo porque un amiguete suyo con poder lo nombrase comandante de vuelo, lo que no es óbice para sean legión los descerebrados que con un par como bagaje asumen la función de traficar con la suerte de los demás en la cosa pública.
Ahí es donde el paroxismo de la dedocracia ha llegado al grado máximo; una realidad que revienta hasta el famoso Principio de Peter del ascenso hasta el nivel de incompetencia. Ahora que para ser policía nacional hay que ser un lince en la semántica resulta que para llegar a la estratosfera del poder vale con que hayas coincidido en el equipo de rugby o tengas una canina devoción por el que nombra. No me estoy refiriendo a los estadios representativos o parlamentarios sino por esos cargos donde se corta el bacalao.
Todos los días gente de la alta pomada nos sorprende con paridas que por su ramplonería recurrente pasan desapercibidas, pero que denotan en manos de quienes estamos. Dos de ayer mismo una a cuento del funeral de los funerales que ayer se celebraba y la otra del volcán de los volcanes que ayer estaba de cabo de año.
Albares, ese señor con cara de comic que es Ministro de Desastres Exteriores, ayer ante el clamoroso gol que el protocolo inglés, previsible, detectable y por tanto remediable, le había colado al Estado español sentando a los reyes titulares junto a los eméritos en la Abadía de Westminster ante cuatro mil millones de televidentes, no se le ocurrió otra que decir: Está claro que el Jefe del Estado es el Rey Felipe VI.
Soltar esa majadera obviedad en ese contexto, cuando Felipe y Leticia estaban de doble funeral como correspondía al sapo que se tragaban y Juan Carlos y Sofía de triunfal colegueo, es no tener una salida oportuna ni imaginativa. Ya es grave que no se enterase de la engatada británica, pero mucho peor que lo tratara de justificar con esa solemne tontería.
Ayer mismo también la Ministra de Ciencia e Innovación Diana Morant, procedente de la alcaldía de Gandía cuna de la fideuá, largó su aportación a la profusión de declaraciones con motivo del primer aniversario del comienzo de la erupción del volcán Cumbre Vieja de la isla de La Palma. Y lo hizo para develar una decisión sorprendente: El Centro Nacional de Vulcanología le toca a Canarias.
Los de Castilla y León, Asturias, Extremadura y Aragón deben estar echando las muelas por perderse ese centro. Lo pone como ejemplo de la desconcentración de nuevas instituciones. Y remata el anuncio de tan insólita decisión diciendo que el PSOE es el partido que más se parece a la gente y que estar en todos los rincones del país nos ayuda a gobernar mejor.
No dudo que tan transcendental y sesuda decisión debió requerir miles de horas de reflexión, cientos de estudios y un ímprobo trabajo de consenso con Zamora, La Pola de Siero, Plasencia y Calatayud que se disputaban tan preciado organismo. Solo la disyuntiva de tener que optar entre llevar el Centro a Canarias o traer los volcanes a la península inclinó la balanza al lado de las islas atlánticas.
Son noticias de ayer, y supongo que hoy como mañana y los próximos días los medios nos seguirán ofreciendo las declaraciones de gente principal cuya estupidez hace dudar de la capacidad del sistema para propiciar el acceso a las personas con sentido común y preparación pero sin padrinos.