[LA PIMPINELA ESCARLATA] Vicente
EDUARDO FERNÁNDEZ | A los fornelos nos pasa como a los de Bilbao, que nacemos donde nos da la gana. En mi caso en León capital, que ya tiene delito. Yo soy fornelo porque en un arranque de generosidad Vicente Díaz me hizo hijo adoptivo de Peranzanes, gesto que no olvidaré mientras viva y que habla mucho más de su gallardía y tolerancia que de mis pobres méritos de entonces. Fui muy consciente de que su gesto de amabilidad, el mejor rasgo fornelo, le costó serios rapapolvos con algunos intolerantes de su partido. No se pueden tener todos los concejales socialistas del ayuntamiento y luego hacer hijo adoptivo a uno de enfrente; pero se podía y lo hizo, con su sonrisa de siempre. Dijo Cicerón que “nada resulta más atractivo en un hombre que su cortesía, su paciencia y su tolerancia” y de todo eso derrochaba a raudales Vicente.
A Vicente le pasa lo mismo que al presidente Felipe González, que no necesitaba apellido ni cargo, porque con el simple nombre propio disipaba cualquier duda. Vicente encarna, no lo mejor de Fornela, ni lo mejor del Bierzo, sino lo mejor del ser humano que se ofrece a sus conciudadanos con completo desprendimiento y llevado únicamente de una ambición que es exclusivamente espíritu de servicio, ausente en todos nosotros al llegar a cualquier cargo de importancia. Porque una cosa es ser político de los de cobrar sueldo de diputado y vivir de ello, como me pasó a mí, y otra es ser alcalde de pueblo pequeño en el que los vecinos te necesitan para las cosas públicas y para arreglar cuitas privadas, da igual que sea domingo o que sea de noche. Luego tendría sus cosas, como todos, porque esa es la naturaleza humana, pero en su caso de la mejor especie.
La tipología de los fornelos es tan amplia que hay hasta quien saludaba a las redes sociales, con Vicente de cuerpo presente, con un buenos días desde Fornela. Hay que ver qué obsesión con las redes. Buenos días. Pero ni buenos días ni nada, un día fatal, aciago, funesto. Qué oportunidad para estar callado.
Soy testigo personal de los desvelos de Vicente por lo de todos, de su preocupación por el ayuntamiento, que en su visión no era una institución, sino lo propio de todos los vecinos. Pudo haberme pedido cosas para él o para los suyos, pero siempre pidió para los demás, incluso en la época ya lejana de las vacas gordas en la Junta, que daban para muchas subvenciones locales. Un pueblo son sus gentes más que sus calles, sus necesidades más que sus edificios y sus tradiciones como forma de ser.
En este país en el que enterramos tan bien, todos nos acordamos de Vicente hace unos días, y casi todos se olvidan hoy ya. Pero yo no quiero formar parte de este cortejo de la desmemoria y aprovecho la generosidad que este medio proporciona para dedicar la pimpinela a Vicente y en él, a todos los vicentes que dan buena imagen a la política y siguen demostrando cada día que esto va de servicio a los demás y no de servirse de los demás.
De dos cosas me acuerdo de Vicente particularmente. Que ha sido el único en mi vida en llamarme Eduardín, porque ni mi madre de pequeño. Y la segunda, una noche al raso en Faro con el fuego comiéndose el monte y las llamas a la puerta de las casas. Pues eso, Vicente, puerta por puerta, para comprobar que todos estaban bien. Dando bocadillos a los dela UME. Y así toda la santa noche. Luego, las cosas saldrían o no, que la gestión local es endemoniada, las necesidades muchas y los medios muy exiguos. Pero como ejemplo de tolerancia, de entrega, de honradez, ningún otro.
Coincidí en el tanatorio con el secretario provincial del PSOE, con el presidente de la Diputación y con el del Consejo Comarcal. No tengo recado para sus cargos, sí para sus personas y sé que lo acogerán de buen grado. Aun con el disgusto, hay que pensar en dos cosas, honrar su legado sin las broncas que dicen se avecinan en el municipio entre los suyos, y hay que pensar en las suyas, en quienes lo echarán de menos cada día cuando los demás estemos hace tiempo en otras cosas. Decía Juanjo Lucas aquella frase tan suya de la política es cariño. Pues que sea también recuerdo y compromiso. Que sea Vicente.