[UNA HABITACIÓN AJENA] La gran estafa berciana
“Entre todos la mataron y ella sola se murió”
(Refrán popular español)
Ellos seguirán dormidos
en sus cuentas corrientes de seguridad.
Planearán vender la vida y la muerte y la paz.
¿Le pongo diez metros, en cómodos plazos, de felicidad?
Pero tú y yo sabemos que hay señales que anuncian
que la siesta se acaba
y que una lluvia fuerte, sin bioencimas, claro,
limpiará nuestra casa.
(Pablo Guerrero, A cántaros)
NELLY BOXALL | Siento asco, rabia e impotencia ante el robo que está llevando a cabo la clase política berciana que maneja las instituciones. De izquierda a derecha el espectro político -tanto monta- nos desayunábamos esta semana con los datos sobre las retribuciones de esa casta política tan altruista y que ejerce una labor tan encomiable como es la gestión de lo común. Y el común denominador es la ineficiencia y el latrocinio, ambos a manos llenas. Y no voy a caer en la trampa argumentativa de sostener que cobrar sueldos estratosféricos en época de crisis no es ético cuando la mayoría social estamos con la soga al cuello; sólo es más sangrante, si cabe. Las escandalosas remuneraciones desveladas por los medios de comunicación seguirían siendo desorbitadas aún en época de vacas gordas, pues no guardan proporción alguna ni con las funciones, ni con el contexto socioeconómico del territorio, ni con la labor del servicio público. El hecho de que el presidente de la Diputación de León, el señor Morán, cobre por este cargo y por el de alcalde de Camponaraya la friolera de noventa y ocho mil euros anuales (los titulares de un ministerio cobran poco más de ochenta mil euros) o su vicepresidente y alcalde de Igüeña, el señor Presa, otros sesenta mil euros nos da una idea de la magnitud de la infamia. En España contamos con 41 Diputaciones provinciales, con su correspondiente estructura política, gabinetes de asesores, cargos de confianza y demás nichos de empleo para estómagos agradecidos. Suma y sigue. Los ayuntamientos tampoco se libran, encabezando la lista de la vergüenza el alcalde de Ponferrada, el señor Ramón, con algo más de cincuenta y ocho mil euros, siguiéndole de cerca el regidor de Páramo del Sil, que supera los treinta y siete mil para un consistorio que gestiona una población de 1.244 habitantes según el INE. ¡Pelillos a la mar! Luego están los que deben considerar que para qué vamos a ser transparentes pudiendo ser opacos: Cabañas Raras, Benuza, Barjas, Candín, Oencia, Peranzanes, Trabadelo, Sobrado y Vega de Valcarce, consistorios que no han presentado datos… ¿Rendir cuentas? ¿Qué es eso? Suma y sigue.
Otra boca que alimentar es la del Consejo Comarcal del Bierzo cuyo presidente, el señor Álvarez Courel, percibe unos treinta y seis mil euros anuales, seguido por los casi veintiocho mil para cada uno de los portavoces de los grupos mayoritarios, populares y socialistas, a lo que hay que añadir los más de trece mil euros para cada uno de los representantes del resto de formaciones. Para una entidad sin apenas competencias y cuya “gestión” pasa sin pena ni gloria por nuestras vidas no está nada mal. A nuestra entidad comarcal le pasa como al ministerio de Garzón, el de Consumo, que no sabe ya qué inventar para justificar su puesto, dado que todas las competencias en esta materia fueron transferidas a las Comunidades Autónomas hace muchos años. Los partidos políticos, esas agencias de colocación… Si bien esta gangrena no afecta exclusivamente a nuestra Comarca (o lo que sea) y hoy no abordaré el asunto de los gobiernos autonómicos, no deja de ser especialmente trágico el saqueo -revestido de legalidad- al que se viene sometiendo a un territorio en claro declive poblacional y económico, ensimismado y envejecido. Y tragicómico sería que, después de lo arriba expuesto, estos impresentables continuasen pidiéndonos el voto como si nada, como si la democracia misma hubiera encarnado en sus figuras. Pero lo terrible, lo irreparable, sería que nos dejásemos hipnotizar por sus cantos de sirena y, mansos esperanzados o mansos resignados, acudiésemos a una fiesta de la democracia en la que ellos invitan y tú pagas. No con mi voto.