[LA PIMPINELA ESCARLATA] Baldosas que escupen
EDUARDO FERNÁNDEZ | Parece ser que los mismos que han hecho una serie sobre Sánchez que no terminan de colocar a ninguna televisión están pensando hacer una serie para el Canal Viajar sobre los periplos del alcalde de Ponferrada, que se desmiente esté intentando reeditar los viajes de la monja Egeria, primera berciana universal. Olegario se va a conformar con no llegar a Tierra Santa, pero solo porque se le acaba el mandato, que si no, podría recoger en el Líbano un premio a la ciudad del comercio. Al fin y al cabo, si aquí hay ciencia a raudales, por qué no tender puentes fenicios con un viaje a Sidón, aunque el comercio local se desepere.
Hemos tenido noticia gracias a que el alcalde de Ponferrada viaja más que Marco Polo, Ibn Battuta y Colón juntos, de la extraordinaria nueva de que Ponferrada es una ciudad de la ciencia y la innovación que hace palidecer al MIT, Caltech, el Max Planck y al Laboratorio Europeo de Física de Partículas Elementales. Muchos ponferradinos, pesimistas y mal pensados como somos, no tienen evidencia empírica de ello, pero no hay que perder la fe. Si Olegario ha ido a recoger un premio, es que hay cientos de familias viviendo de la ciencia en Ponferrada. No tengo ya tan claro si de la física cuántica, de la biología molecular, de la astrofísica, de la nanomedicina o de la genómica, disciplinas todas ellas que cuentan entre sus más reconocidos pensadores a varios integrantes del equipo de gobierno.
El nobel de Física Richard Phillips Feynman dijo que “ciencia es creer en la ignorancia de los científicos”, figúrense si se suma la ignorancia de los políticos, recojan o no premios estratosféricos de los que te llevan a tan amargos sitios como Canarias. Imagínense si el premio no lo llega a dar una ministra socialista a un alcalde socialista por un acto socialista, que es considerar a nuestra ciudad modelo científico universal a la vez que dejar que la jungla nos renaturalice los pueblos, proeza inaudita que viene a ser como la conciliación definitiva del estado de naturaleza y la Ilustración, todo en uno. Acabo de caer que en realidad asfaltar los caminos del Parque del Temple y dejar que los lagos inunden los baches es, en realidad, una alegoría de todo eso. Si es que el alcalde no sería pagado con menos que un premio Carlomagno y una embajada plenipotenciaria del Sacro Imperio Romano Ponferradino ante la Santa Sede, a recoger en un viaje a Roma, naturalmente.
Y aquí el personal, atado solo a sus instintos y necesidades primarias, venga a criticar. Que si somos la ciudad de la ciencia y la innovación, cómo es que no se ha inventado un sistema para andar por las calles de Ponferrada sin que te escupan las baldosas y te empapen las aceras cundo llueve, que se moja uno más por los bajos que por los altos. Probablemente sea porque los responsables políticos del ayuntamiento Ponferrada no hayan sentido todavía la necesidad de incorporar a la brigada de obras ni a la ciencia ni a la innovación, ni probablemente a una mínima labor de comprobación de cuántas baldosas hay sueltas por las calles esperando atacar a traición acuática a los confiados viandantes. Hacer eso sería previsión y diligencia y ya se sabe que a efectos científicos, los socialistas locales confían más en el genio inventor de la improvisación española. Escribió Charles Darwin que “en la larga historia de la humanidad (y también de la especie animal) han prevalecido aquellos que aprendieron a improvisar con mayor eficacia”, y aquí los concejales que mandan son maestros en la improvisación, a partes iguales algunos entre la humanidad y otros en la especie animal.
Pues nada, Ponferrada a punto de dar a la Ciencia varios genios mundiales y concejales innovadores y la peña quejándose de que las baldosas escupen. Si es que no hay forma de contentar a esta gente.