[LA OVEJA NEGRA] Lo que las chimeneas sin humo tapan
GERMÁN VALCÁRCEL | Hace mucho tomé conciencia de la sociedad en la que vivo, dóciles marionetas que callarán para no verse lapidados por la cólera de los caciques que nos gobiernan, y acepté la derrota. Bien, derrotado, pero insumiso a aceptar el último signo de esa derrota, el que consiste en dar por buena la mentira construida por los caciques y sus siervos políticos: Vencido pero no cómplice.
Durante este tiempo, también, aprendí a vivir con la falta de certezas, ya no me espanta ni me genera problemas. Curado de miedos, por lo que se escapa de mis manos, vivo y escribo -una vocación inútil- tranquilo, aunque con cierto desasosiego ante la incertidumbre de un mundo que, poco a poco, presenta síntomas de derrumbe y parece recorrido por un oleaje de enajenación.
El único motivo de seguir escribiendo es intentar encender conciencias y provocar la discusión y el debate, ¿se puede desde este modesto digital, en estas tierras nuestras y en estos tiempos, reivindicar esa función? No tengo respuesta, pero si al final lo que se escribe alimenta y alienta, en alguna medida, la conciencia de quien pueda leerlo, seguirá teniendo algún sentido hacerlo. A pesar de que mucha gente confunde cuestionar las cosas con ir contra ellas. Afirmaría que el espíritu crítico depura y mejora el conocimiento de la realidad.
El columnismo de opinión no es más que un intento de encuentro con el lector, para que quien lee se vuelva cómplice en la lucha contra el poder. Pero sostener que la escritura va a cambiar, de por sí, la realidad sería un acto de soberbia. Pero, también, falsa modestia y una necedad negar que en algo puede ayudar. No obstante, estoy convencido de que en medio de la desesperanza y la duda es posible enfrentar el oscuro momento que nos está tocando vivir y pelear cuerpo a cuerpo, a partir de nuestras limitaciones y contra ellas.
Los políticos secuestran y vacían la palabras de contenido, y convierten en un fraude cualquier reivindicación. El pasado viernes tuve ocasión de comprobarlo cuando asistí al homenaje en recuerdo de los bercianos que sufrieron la represión nazi. Escuchar a un personaje tan mezquino, manipulador y con formas de ejercer la función pública tan antidemocráticas como el alcalde de Ponferrada, Olegario Ramón, hablar de memoria y respeto a los valores democráticos, me produjo un profundo malestar. Pero es lo que tiene la partitocracia, permite que estos especialistas en imputar sus incoherencias a los demás, mientras se aprovechan de los éxitos ajenos, terminen representando y gobernando a toda una ciudad de sesenta y tres mil almas, con poco más de diez mil votos. Menos mal que los parlamentos del resto de intervinientes (Juan Diego Botto, Emilio Silva, familiares de las victimas, los estudiantes que leyeron los breves datos biográficos de los homenajeados y los miembros de la asociación IBStolpersteine) gentes solidarias, permitió acabar el acto con un mejor sabor de boca. Ellos fueron los que realmente homenajearon a las víctimas de la barbarie nazi.
El alcalde ponferradino, y sus concejales y concejalas, estaban allí como un acto de precampaña electoral. Había que hacerse fotografías para, con posterioridad, colgarlas en las redes sociales. Su único objetivo era patrimonializar el acto. Ningún otro concejal de la corporación participó, activamente, en el evento. Ni siquiera el resto de miembros del equipo de gobierno, solamente los del partido del alcalde, y eso que se podía observar la presencia de miembros de otros grupos políticos entre el público asistente. Así es como entiende abrir la participación. De nuevo la partitocracia sectaria venció a la democracia.
Si no probamos cosas nuevas que mejoren lo actual, jamás podremos revertir la grave situación que padece el Bierzo
No hay estadísticas del alma. No hay manera de medir la profundidad de la herida que el extractivismo carbonero, la corrupción y el caciquismo político han causado entre las gentes de la Comarca Circular, hasta dónde nos han envenenado y mutilado la conciencia, la identidad y la memoria. Pero que en el Bierzo tengamos este tipo de representantes políticos no es casual. Los pueblos en decadencia ética y cultural pierden todo sentido de la dignidad, incluso pierden la noción de la propia autoestima. Por eso, puede aparecer cualquier demagogo a vejarles en sus propias narices, apropiarse de su memoria y seguir diseminando sectarismo.
La berciana es una sociedad aborregada, repleta de personas sometidas que hacen de la cobardía virtud y la justifican, escondiéndose tras palabras asquerosamente correctas como reglas de cohabitación y responsabilidad, consideran subversivo a cualquiera que cuestione los abusos y desviaciones del poder, y practique la ética de la resistencia.
Cuando así se vive y se piensa terminan apareciendo personas como las que pueblan las instituciones bercianas, personajes que nos utilizan como rehenes y a las instituciones como sus cortijos, para así poder exprimir las arcas públicas, enriquecerse ellos y su séquito de cargos de confianza y demás compradores de conciencias, todos ellos dedicados aviesamente a minimizar y manipular las palabras de todo aquel que denuncia sus auto concedidos privilegios.
Los partidos políticos, todos sin excepción, ni siquiera entran al debate, porque saben que el silencio es la mejor arma que tienen para no dar publicidad a sus críticos. De vez en cuando, montan un falso debate, como acaban de hacer con el tema de las chimeneas de la central térmica de Endesa en Cubillos, y así desviar la atención de temas transcendentales como la sanidad o la educación; y seguir enajenando y teledirigiendo a gentes cada vez más confundidas por la manipulación política y cultural. De esa forma tapan su incapacidad e ignorancia; y fomentan el miedo a lo desconocido que anida en una población envejecida y asustada, sin más interés que seguir en sus zonas de confort antes que informarse y actuar para buscar soluciones reales ante el colapso social que vive la comarca.
¿Cómo pretende la sociedad berciana mejorar sus perspectivas y mejorar sus vidas si no asumen riesgos, si no se enfrentan a sus miedos y salen de sus zonas de confort? ¿Qué sentido tiene dejar pasar los días sin aventurarse, sin sacrificarse, por mejorar la vida propia y la de los demás? Seguir dejando el rumbo de nuestras vidas en manos de gente que ha dado muestras más que suficientes de que lo único que les importa es seguir defendiendo sus propios intereses es de necios. Si no probamos cosas nuevas que mejoren lo actual, jamás podremos revertir la grave situación que padece el Bierzo. Ya nos decía Mijaíl Bakunin: “Al buscar lo imposible el hombre siempre ha realizado y reconocido lo posible. Y aquellos que se han limitado a lo que creían posible, jamás han dado un solo paso adelante”.