[LA OVEJA NEGRA] Cacabelos y las chimeneas de Endesa, o el Bierzo devorándose a sí mismo
GERMÁN VALCÁRCEL | Debo de admitir que servidor tiene una cultura política muy chapada a la antigua. Por eso aclaro que no es animadversión cuestionar determinados comportamientos o exigir coherencia en su acción política a quienes dicen representarnos, fundamentalmente a esa izquierda disecada, simplista e identitaria que padecemos.
Lo que sí padezco, en cambio, es la dolorosa chamusquina del vencido por la historia, peatón de la historia que, para colmo, debe apechugar con su propia invalidez y andar por la vida con muletas que le sostengan el ánimo, que le ayuden a mantener el temple necesario para sobrevivir en los cuarteles de invierno del alma, único refugio individual, una vez perdidos, definitivamente, los puntos de referencia que creía perpetuos, sacados de las ‘biblias’ izquierdistas de Bakunin, Proudhon, Kropotkin, Marx y Engels, etc., y enriquecidas con las interpretaciones de los profetas del nuevo testamento, desde la escuela de Francfort a David Graeber, pasando por Thoureau, Emma Goldman, Silvia Federici, Camus, Judith Butler, Gramsci o Pasolini y todas esas personas que nos ayudan a llevar los avances y retrocesos, aciertos y errores en la lucha por la emancipación de los humillados y ofendidos, y en la comprensión de nuestra realidad y de nosotros mismos.
Sostienen los defensores y panegiristas de las democracias liberales que los partidos políticos son instrumentos al servicio de las personas y su función objetiva es mejorar la vida de los ciudadanos, aunque actualmente su finalidad se limita a abonanzar las condiciones de vida de sus profesionales, afiliados y “clientes”. Pero ello no nos debe impedir, a pesar de saber de antemano cuál va a ser la respuesta, exigir al PSOE –no olvidemos que gobiernan el Consejo Comarcal, la Diputación provincial y son los representantes del Gobierno de la nación– alguna explicación sobre el disparate y desatino que está ocurriendo en Cacabelos, y a quien más hay que exigírselas es al presidente de la Diputación de León, alcalde de Camponaraya y, sobre todo, “Capo di tutti capi” del PSOE rural berciano. Soy de los convencidos que él es uno de los mayores responsables de lo que allí está ocurriendo.
Pero no solamente el PSOE debería dar explicaciones, también el PP que, en Cacabelos, está encabezado por un individuo que representa magníficamente a esa derecha berciana de conciencia jesuítica y trentina, tan inquisitorial con los demás como permisiva consigo mismo. Esa derecha que, cada vez más escorada hacia posiciones totalitarias, se recompone bajo el ideario neofascista y el discurso libertariano, pero convencida que gobernar es cosa suya, por mandato divino. Por eso, el señor Canedo –portavoz del PP en Cacabelos– lleva tan mal que advenedizos y frikis opten a dirigir los destinos de sus vecinos. Aunque esos advenedizos disfrazados de socialdemócratas no sean ni siquiera social-liberales. Solo fieles defensores, a mayor gloria carpetovetónica, de charangas, gaitas, panderetas y ladrillos.
Tan mal lleva el representante “pepero” cacabelense que le hayan desalojado de lo que considera suyo que no duda en acudir a todo tipo de medios para recuperar su trono y su cetro. Si hace decenios, durante la dictadura franquista, estas gentes utilizaban el garrote vil y la tortura, en la actualidad es la amenaza, más o menos velada, o la manipulación más o menos canalla. La derecha disfrazada de gaviota o aguilucho no puede ocultar su naturaleza de buitre y sobrevuela sobre leyes y valores con la convicción de que a ella ni el derecho, ni la ética le afectan. Porque no solo hace la ley y la trampa, sino que son la trampa misma.
La derecha disfrazada de gaviota o aguilucho no puede ocultar su naturaleza de buitre
Otra “batallita”, con la que nos tienen entretenidos los integrantes de la industria de la representación política, sus voceros, “conseguidores” y demás “emprendedores”, son las “chimeneas de Cubillos”. Pero no se dejen engañar, nada es lo que parece. Ocurrió lo mismo allá en los noventa del pasado siglo con los terrenos de la MSP –con los fondos MINER de telón de fondo– cuando se desencadenó una batalla política y empresarial especulativa –tapada entonces con rotondas, montañas de carbón y “rosaledas”– de la que los ciudadanos solo fuimos meros espectadores mientras algunos de esos políticos, empresarios y «emprendedores» se llenaban los bolsillos. Ahora, más allá de las intenciones proclamadas, tras la polémica de las chimeneas no se esconde otra cosa que la lucha por posicionarse para lograr los terrenos de Endesa –una parte en el municipio de Cubillos y la otra en Ponferrada–, para construir algún chiringuito cutre –tipo el Ponfeblino– o acceder a los fondos de lo que llaman Transición energética, los más espabilados y cosmopolitas.
Mientras nos entretienen con estas chorradas, llenarán nuestros montes de molinos eólicos, nuestras llanuras de huertos solares, nuestros ríos de pantanos –como el que ya hay programado en Cabrera–, el medio urbano de centrales de biomasa y el resto de la geografía de residencias de ancianos más o menos lujosas. No en vano, el Bierzo hace mucho tiempo que es un maravilloso país para viejos.
No pretendo, hoy, hacer una historia sobre el espinoso tema de la deriva de esta tierra durante los últimos treinta años, ni sobre el fracaso de la izquierda en la Comarca Circular –a pesar de gobernar sobre la práctica totalidad de la geografía berciana– sino algo más pedestre: reflexionar sobre nosotros mismos, que buena falta nos hace, teniendo en cuenta los tiempos en que vivimos y que vamos a vivir.
Quizás fuese conveniente para la izquierda –o lo que sea– nostálgica del desarrollismo ramplón que gobierna en esta comarca, sus terminales oenegeras y sindicatos incluidos darle una vuelta a los motivos por los que buena parte de los oprimidos van abandonando las supuestas propuestas liberadoras de esa izquierda. Una izquierda que se ha vuelto irracional por medio de racionalismo oscurantista, cientifista, insensible a causa de su sensiblería, y detestable por su buenismo progre.
Después de todo, de la misma manera de que el corazón tiene razones que el cerebro no entiende, es probable que las “masas” tengan razones que los “progres” no entienden. Sería interesante entenderlas, si es que pretendemos cambiar las cosas, pues sin ellos, sin los de abajo, sin tratarlos como personas libres, no como clientes o subordinados, nada cambiará.
Pero como sostenía Guy Debord: “Aquello que nosotros habíamos comprendido no fuimos a decirlos a la televisión. No aspirábamos a los subsidios de la investigación científica ni a los elogios de los intelectuales de los periódicos. Llevábamos el aceite, allí donde había fuego”. Sin embargo, la izquierda de esta comarca solo habla en los medios de comunicación convencionales y en las redes sociales.