[LA OVEJA NEGRA] El Bierzo, una comarca en vías de extinción
GERMÁN VALCÁRCEL | El Bierzo actual, desde un punto de vista económico, arrastra las mismas tendencias negativas que, agravadas por una demografía que nos conduce a la práctica extinción, caracterizaron la dependiente y precaria estructura decimonónica del carbón. A pesar de las mentiras y necedades oficiales, repicadas por unos medios de comunicación carentes de la más mínima capacidad crítica, la economía berciana sigue siendo esencialmente frágil, dependiente y subvencionada, caracterizada por unas estructuras basadas en servicios de baja calidad y poco valor añadido, y en la explotación de mano de obra precaria, sin seguridad y mal pagada. En definitiva, una economía que no sirve más que para defender los intereses de los prebostes de la comarca. En esta tierra la palabra negocios tiene más que ver con la picaresca descrita por Quevedo que con la inteligencia puesta al servicio del dinero.
Desde un punto de vista político, un bipartidismo inamovible, basado en dos partidos mayoritarios, uno nominalmente socialista y otro conservador, que se han repartido el poder durante los últimos cuarenta años y que, a pesar de sus respectivas retóricas, presentan escasas diferencias de actuación entre ellos. Básicamente, están de acuerdo en mantener la estabilidad del modelo (el silencio de todos ante lo que está ocurriendo en Cacabelos es un buen ejemplo) con unos programas más o menos asépticos, bastante retórica y poca, o ninguna, capacidad de concreción.
Hoy por hoy, en el Bierzo, el gran depredador del ciudadano es el político profesional (en la capital del Bierzo, en el periodo de 2019 a 2023 los costes de la “representación política” se han más que triplicado, pasando de trescientos cincuenta mil euros a más de un millón de euros) que es el que ha asumido el control y monopolio de la política y de la gestión pública, cometiendo el mayor atropello contra la democracia que se puede llevar a cabo: expulsar y aplastar a lo mejor, a las personas responsables y críticas que son las que deberían de estar presentes en la gestión de la política. Por eso el negocio no peligra, ya que, de no producirse una catástrofe, los trucados gladiadores saben que la envejecida, un tercio de la población berciana tiene más de sesenta y cinco años, y despoblada comarca (seguramente ya menos de 120.000 habitantes, en pocos días lo sabremos) carece de la masa crítica necesaria para revertir la situación.
Así funcionan las cosas por la Comarca Circular: los ciudadanos votan y los votados mandan, someten y convierten en siervos a los que le votaron. Ni siquiera es importante ganar, sino mantenerse en esa posición que permite seguir gozando de la erótica y las prebendas del poder. Un sistema diseñado no para que funcione bien, sino para que sea estable y sólido, con vocación de permanencia, que siente más preocupación de que alguien lo cuestione que interés porque alguien pueda aportar soluciones más o menos satisfactorias a los problemas reales.
En esta comarca la gente acude a votar, emite su voto, pero el drama es que no puede hacer nada más. Todos saben que no hay igualdad de oportunidades ni transparencia; las tropelías y caprichos de los gobernantes quedan siempre impunes; el Mundial de Ciclismo es un buen ejemplo. El sistema degradado deja hacer mangas y capirotes a las truculentas elites locales.
En consecuencia, se puede afirmar que los electores bercianos tienen poco donde elegir, ya que las otras alternativas se han demostrado inoperantes e ineficaces; los bercianistas han dejado claro que son poco más que chiringuitos, exclusivamente útiles para sus “dirigentes” y muletas para cuando los dos grandes los necesitan. Las podemistas, bajo la consigna «todo por la pela» y ante la posibilidad de perder el negocio, se han dedicado a cazar gallinas hasta dejarnos sin huevos, y no a solucionar las necesidades sociales objetivas, detectables a partir de cualquier inventario de injusticias comprobables. Ni, tampoco, debido a su sectarismo, soberbia y sordera, han sido capaces de crear pasiones positivas en un contexto tan duro como al que nos enfrentamos. Algo que, de forma negativa, hace muy bien la derecha. Ya afirmaba Spinoza que a una pasión solo se la combate con otra pasión.
El ecosistema politico berciano es una farsa representada por pocos actores para simular la participación de muchos espectadores
El ecosistema politico berciano es, a todas luces, una farsa representada por pocos actores para simular la participación de muchos espectadores. Y en estos menesteres, unas veces la representación corre a cargo de ese reducto pastoso, ideológicamente corrupto y pancista que es el “socialismo” local que –ahora en manos de ese personaje que, con ínfulas de insigne jurista y especializado en tarea de ejercer de censor y represor, gobierna en Ponferrada– mueve los hilos desde la tramoya, ensuciando todo lo que toca. Desde la movimientos sociales a los medios de comunicación que le son criticos.
En el otro lado del tablero se encuentra la derecha clasista, xenófoba, machista y jesuítica, fomentadora, como forma de acceder al poder, de pasiones negativas, aprovechando -no olvidemos que lleva gobernando ininterrumpidamente la Comunidad Autónoma prácticamente de su fundación- lo que su propio modelo social crea: el aumento de la pobreza generador de resentimiento; la gran desigualdad social productora de envidia; la extrema competitividad fundamento de la hostilidad; la inseguridad en el trabajo causa del miedo; la invisibilidad humana y social origen del rencor y la atomización social germen del individualismo posesivo y egoísta. La derecha esta demostrando que sabe tocar muy bien las teclas de la via irracional a la voluntad humana; utilizando la viejas tacticas de la demagogia, ofreciendo a la “gente” lo que anhela, aunque esa anhelo sea ilusorio y nocivo.
No obstante, unos y otros tratan de respetar lo políticamente correcto, a la espera de que el mensaje circule por los canales de comunicacion convencionales, sin emitir ruidos excesivos que harían peligrar su audición, crearían inquietudes en el receptor y pondrían en peligro sus mayorías electorales. Hay todo un mundo de mentira institucional, una hipocresía notable y un autobombo inaguantable en la política berciana.
En esta comarca (o lo que sea) el principal obstáculo para una vida mínimamente decente para todos sigue siento esa castuzilla clasemediana de vuelo gallináceo, compuesta por políticos y funcionarios, aferrados ferozmente a su supuesta superioridad moral -servidores públicos se autodefinen- y al carácter providencial y validez de su modo de vida. No les amargues una tarde de vinos preguntando si sabe quién paga, realmente, la factura de calentar los veladores para que, con unas heladas de caballo, podamos seguir tomando vinos a veinte grados en terrazas al aire libre, ocupando espacios públicos, en los que poder fumar unos pitillos y así poder pasarnos nuestras propias leyes por la entrepierna. Todo sea por crear empleo, el gran argumento de esta gente. En definitiva, podemos afirmar que en el Bierzo los derechos son humo y las perspectivas de futuro una broma de mal gusto. Pero, mucho me temo, seguiremos confiando nuestras vidas a esa pandilla de ineptos codiciosos, egocéntricos y mentirosos.
En esta época de desinformación y estupidez apantallada deberíamos, como paliativo, dejar de hacer caso a los políticos, sus voceros y demas bufones aduladores, y escuchar a gentes como el escritor Fiódor Dostoievski cuando en su novela Los hermanos Karamazov nos sugiere: «No te mientas a ti mismo. El hombre que se miente a sí mismo y escucha su propia mentira llega a un punto en que no puede distinguir la verdad dentro de él, ni a su alrededor, y por lo tanto pierde todo respeto por sí mismo y por los demás».