[LA OVEJA NEGRA] Caminando hacia el colapso
GERMÁN VALCÁRCEL | Con la información actualmente disponible, y a pesar de las enormes incertidumbres, sabemos que vamos directos hacia el colapso ecológico, energético, económico y social.
También podemos afirmar que, sin miedo a equivocarnos, el sistema económico, urbanístico, tecnológico, cultural e informativo dominante no solo no está preparado para el colapso, sino que nos conduce a más velocidad hacia él.
Durante mucho tiempo he tenido ocasión de observar reacciones, digamos un tanto irritadas, por las críticas vertidas hacia esa adhesión ciega hacia un modo de vida que se alimenta de la explotación de seres humanos y del expolio y saqueo del planeta, y sobre todo a los valores que sustentan ese modo de vida. No son críticas exclusivamente políticas, que también, son más bien ontológicas. Las reacciones que han ocasionado no me han sorprendido, nuestra sociedad está poco dispuesta a preguntarse de donde sale nuestro “bienestar”, por eso muchas respuestas a esas críticas van más allá del cuestionamiento de las ideas que las sustentan para convertirse en descalificaciones ad hominem o en la utilización de la clásica falacia argumentativa del hombre de paja. Es la cosecha que ha sembrado la casta política y sus gabinetes de comunicación.
La acrítica adhesión a esa realidad puede asumir formas diversas en las cuales se combinan, con proporciones variables, el brillo de los modelos de ascenso social, las seducciones adictivas del consumo, los pequeños privilegios de una vida mínimamente confortable, las trampas de una lógica competitiva que nos hace creer que no hay lugar para todos, el miedo a perder lo poco (o lo mucho) que tenemos y una inseguridad meticulosamente instalada hace que, incluso una sólida capacidad crítica, deje intacta esa adhesión a un sistema que hace ya mucho tiempo renunció a convencernos de sus virtudes para limitarse a aparecer como la única realidad posible.
Rodeados por el nocivo y maloliente gas del realismo, del así son las cosas, cuando la información es dolorosa, cuando los fríos datos dicen que la perspectiva de un colapso general del sistema está mucho más cercana de lo que parece, la mayoría de los clases medias deudoras del sistema de producción capitalista se agarran a cualquier pequeña rendija que disminuya el dolor, atacan al mensajero, califican de exageración, acusan de que no está totalmente demostrado o piensan que a ellos no les va a tocar (o a su supuesta clase social o a su país), o lo que es peor tienden a arrojarse en los brazos de toda suerte de totalitarismos y fascismos, como está ocurriendo en la mayoría de las sociedades capitalistas,.
Al margen de las dificultades derivadas de la propia naturaleza del colapso, como la incertidumbre, la complejidad, los fenómenos de retroalimentación, la impredecibilidad de los procesos y de los ritmos, se añaden otras relacionadas con la psicología de las personas. Hay rasgos de nuestra psicología que dejan entrever que no estamos bien preparados para responder ante el colapso civilizatorio que se avecina.
Igual que en la metáfora de la rana hervida en una cacerola, los humanos tenemos dificultades para procesar los cambios lentos y graduales
Al igual que ocurre en la metáfora de la rana hervida en una cacerola que se calienta lentamente y muere al ser incapaz de percibir los pequeños incrementos de temperatura, pero saltaría si el cambio fuera brusco, los seres humanos tenemos dificultades para procesar los cambios lentos y graduales. Nuestro sistema emocional está configurado preferentemente para actuaciones rápidas (miedo-defensa, ira-ataque, susto-alerta) pero es mucho más torpe para actuaciones lentas o de largo plazo. Un futuro doloroso invita también a posiciones nihilistas, vivir al día o irse de copas hoy, que mañana no sabemos.
Al margen de los psicológicos existen varios problemas que pueden explicar estas reacciones, la principal es la falta de información de la mayor parte de la población. Si bien el cambio climático, tan de moda los últimos tiempos, es conocido superficialmente por una parte importante de esta, la gran mayoría de la población desconoce el declive energético, la magnitud y las implicaciones de la pérdida de biodiversidad, el pico de las materias y las interacciones que tienen entre sí estos factores. Cuando no se dispone de información, la posibilidad de reaccionar de forma adecuada es bastante reducida. Son las consecuencias de dar mayor relevancia a lo que dice la joven adolescente sueca Greta Trunberg que a lo que lleva sosteniendo y divulgando desde hace años el filósofo, sociólogo y antropólogo francés Bruno Latour.
El segundo problema es la información errónea, principalmente la proporcionada por el filtro de la economía convencional, que suma en vez de restar (producción de materiales en lugar de extracción de los mismos), que enfoca en el lugar equivocado (en los números, en el PIB, en lugar de mirar la biodiversidad o los factores de equilibrio de la biosfera) o que mantiene una teoría de los ciclos que permite ver reversibilidad donde no la hay. También proporcionan información errónea los grupos con intereses concretos (lobbys del petróleo o carboneros, fundaciones negacionistas, incluso los grupos ecologistas reformistas y su acrítica apuesta por la nueva economía verde). La consecuencia de la información errónea es que provoca respuestas en la dirección equivocada e incluso en la opuesta.
El tercer problema es que cuando se dispone de una información parcial, incompleta, confusa y contradictoria que además produce un fuerte malestar, la información se rechazará o distorsionará con más facilidad. Si la información sobre el futuro es incierta, preferimos proyectar el presente para predecir el futuro: “se lleva hablando de catástrofes desde siempre, en todos los cambios de milenio”, “las terrazas están llenas”, “algo se inventará”.
El papel que los medios de comunicación de masas juegan, en este como en otros muchos temas, nos lo explica de forma clara Ray Bradbury en esa magnífica novela distópica intitulada Fahrenheit 451: “Dale a la gente concursos que puedan ganar recordando la letra de las canciones más populares, o los nombres de las capitales de Estado, o cuánto maíz produjo Iowa el año pasado. Atibórralos de datos no combustibles, lánzales encima tantos hechos que se sientan abrumados, pero totalmente al día en cuanto a información. Entonces, tendrán la sensación de que piensan, tendrán la sensación que se mueven sin moverse”.