[LA OVEJA NEGRA] El miedo
GERMÁN VALCÁRCEL | Hace tiempo dejé escrito, no sé si con estas mismas palabras o similares, que la ley marcial y el estado autoritario serían implantados mediante una emergencia sanitaria.
GERMÁN VALCÁRCEL | Hace tiempo dejé escrito, no sé si con estas mismas palabras o similares, que la ley marcial y el estado autoritario serían implantados mediante una emergencia sanitaria.
GERMÁN VALCÁRCEL | Hay gente que se siente molesta cuando, desde esta columna, se critica lo que hacen algunos grupos ecologistas.
GERMÁN VALCÁRCEL | Dos años de Covid me han enseñado que lo más subversivo es no tener bando y es a eso a lo que algunos y algunas hemos apostado.
Se ha abolido el amor / en nombre de la salud / Ya se abolirá la salud / Se ha abolido la libertad / en nombre de la medicina / Ya se abolirá la medicina / Se ha abolido a Dios / en nombre de la razón / Ya se abolirá la razón / Se ha abolido al hombre / en nombre de la vida / Ya se abolirá la vida / Se ha abolido la verdad / en nombre de la información / Mas no se abolirá la información / Se ha abolido la Constitución / en nombre de la emergencia / Mas no se abolirá la emergencia
(Poema de Giorgio Agamben) Traducción de Juan Esquivel
GERMÁN VALCÁRCEL | Estos tiempos de coronavirus están poniendo de manifiesto, las tendencias totalitarias que anidan en el seno de las sociedades occidentales (algo intrínseco al capitalismo en todas sus variantes, ya sean la liberal, neoliberal, o las mal llamadas socialista o comunista) donde el exceso de mandato se vuelve cómplice del exceso de obediencia.
GERMÁN VALCÁRCEL | En un escenario donde, para casi todo el mundo, el declive de la sociedad termo industrial es ya indiscutible, causa desazón observar el cada vez más peligroso papel que juegan las izquierdas institucionales y ciertos “ecologismos”, con sus discursos de seminario y sus simplonas, absurdas, groseras, desinformadoras y manipuladoras soluciones, cuando se dirigen a la sociedad para hablar de temas tan delicados como el “conflicto ambiental” actual.
GERMÁN VALCÁRCEL | Cuando me entero de la presencia, en programas basura de TV como el de Ana Rosa Quintana, del científico del CSIC, Antonio Turiel, una de las personas que, en nuestro país, mejor puede y sabe explicar la crisis energética global que padecemos -algo sobre lo que lleva avisando casi dos décadas- empiezo a sospechar que las tesis “decrecentistas-colapsistas” comienzan a salir de las catacumbas.
GERMÁN VALCÁRCEL | Hace tiempo que el Bierzo agoniza víctima de una derecha política, social y empresarial extractivista, depredadora, trincona, reaccionaria y clasista, que tiene como levadura ideológica la religión católica, la moral tradicional, la nación española y el Estado autoritario (democracia la justa); una carcunda clasista, desigualitaria, imantada a los privilegios, pero también de una izquierda que convierte su presencia en las instituciones en plataformas de ascenso social y económico, mientras olvida para que fueron elegidos y elegidas.
GERMÁN VALCÁRCEL | En esta España sumisa y aborregada en la que sobrevivimos, la desconexión con el mundo real, de políticos, elites económicas y sus voceros, es tan extrema que no se podrán tomar soluciones correctas, ante la ignorancia e incomprensión de los verdaderos problemas ecológicos y medioambientales en los que estamos inmersos y la falta de recursos básicos, para el funcionamiento de la sociedad industrial fosilista, a la que estamos abocados.
GERMÁN VALCÁRCEL | Voy a utilizar, en esta ocasión y sin que sirva de precedente, este espacio para hablar de alguien que, desde hace más de treinta y cinco años, forma parte de mi paisaje sentimental, de mi memoria más íntima y de esa retaguardia emocional siempre segura, cálida y acogedora que todos necesitamos para sobrevivir, en un contexto social donde la hipocresía, la envidia, la manipulación, la traicion y la mentira ocupan casi todos los ámbitos de las relaciones sociales.
GERMÁN VALCÁRCEL | Un pequeño intercambio de opiniones, a través de wasap, con un conocido –tecnólatra convencido y confeso– y una reflexión del escritor y filósofo francés Michel de Montaigne (“Desconfio de las invenciones de nuestro ingenio, de nuestra ciencia y nuestra técnica, pues por él hemos abandonado la naturaleza y sus formas, y en él no sabemos observar mesura ni límites”), me ha llevado a concluir que el mayor problema al que nos enfrentamos, para que el pensamiento ecologista –el profundo, no los habituales trampantojos y simplezas eco-reformistas– pueda ganar espacio en la actual sociedad industrial fosilista globalizada, está condicionado por la fe ciega en la tecnología.