JUAN CARLOS SUÑÉN | Nos han empujado (o nos hemos) a vivir el confinamiento como una especie de intermedio tras el cual llegaría un dramático giro de guion: la nueva normalidad.
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[SUJETO DE LETRAS] Confinamiento/huelga
JUAN CARLOS SUÑÉN | Cuando todo esto pase descubriremos que mientras estábamos encerrados el Universo no dejaba de expandirse y con él el espacio y el tiempo (vemos ya un adelanto de ello en las mesas de las terrazas, cuyo número y ocupación no parecen haber descendido con la preceptiva distancia preventiva), sólo la economía parece empecinada en devolverlo a la vieja limitación de su infinitud: impermeable, compacta y divina.
[SUJETO DE LETRAS] La muerte
JUAN CARLOS SUÑÉN | Hay algo de lo que no hablamos, los que tenemos cierta edad y sabemos sobrellevar un confinamiento sin confundirlo con un encierro (incluso, a ratos, prefiriendo la extraña libertad del tiempo en nosotros a la nuestra en el tiempo), no hablamos del paso de gigante que la muerte ha dado hacia nosotros, de lo cerca que la sentimos.
[SUJETO DE LETRAS] La cuenta de siempre
JUAN CARLOS SUÑÉN | La derecha de este país pasó de un discurso simplificador (buenos y malos) a otro de odio sin que a penas nos diésemos cuenta ni la tomásemos demasiado en serio (era, después de todo, algo que siempre se les transparentó a través de la bandera); pero está (hace unos días) instalada en un mensaje distinto, más venenoso aún, más peligroso.
Un libro de Juan Carlos Suñén
Durante el confinamiento, Juan Carlos Suñén (Madrid, 11 de noviembre de 1956) ha venido publicando en BierzoDiario un libro de poemas, cuyo título original es Un hombre no debe ser recordado, que ahora se podrá leer completo.
El poeta en la taberna (y V)
Y ahora que el orgulloso
ha cerrado la puerta tras su ira
(y no se ve a menudo
salir de esta taberna
a un aprendiz de dios) y que me basta
con lo que me habéis dado (y este poco
que me quedó de anoche), permitidme
que descanse por hoy.
A la victoria (y VI)
Cuando llegue de veras
esa noche, la musa,
cantaremos canciones
de camaradería.
A la victoria (V)
Un poeta precisas
que sea semejante
a la cera, algo blando
en tus manos y fuerte
en tus fines, virtudes
ambas muy envidiables,
por cierto, y que la buena
de mi casera quiere
también para su mulo,
pero que no poseo.
A la victoria (IV)
Pocos de los que suelen
escribir con estilo
directo y llano harían
parecer tu corona
merecida, y ninguno,
ni los grandes maestros
del pasado que alcanzan
al más alto en altura,
daría alcance a tu nueva
majestad; es más digno
de amigo someterse
a tu cólera.
A la victoria (III)
Deja de repetirme
que Nicias, el divino,
o Regio, aceptarían
y escúchame: tu encargo
no es ninguna bicoca.