Tagged: poesía

A la victoria (IV)

Pocos de los que suelen
escribir con estilo
directo y llano harían
parecer tu corona
merecida, y ninguno,
ni los grandes maestros
del pasado que alcanzan
al más alto en altura,
daría alcance a tu nueva
majestad; es más digno
de amigo someterse
a tu cólera.

A la victoria (III)

Deja de repetirme
que Nicias, el divino,
o Regio, aceptarían
y escúchame: tu encargo
no es ninguna bicoca.

A la victoria (II)

Soy viejo y no me place
cantar sino a los muertos
que no tienen codicia
y a los vivos que sufren
su tiempo con honor.

A la victoria (I)

Me pides que, por nuestra,
a la victoria cante
futura en versos clásicos
que inspiren confianza
a nuestros corazones.

El poeta en la taberna (IV)

Marchad en buena hora
los que andáis moribundos
o menguados de sueño
o de hogar encelados
antes de que se os llene
de nubes la tardanza,
y echad mano a la bolsa
los que seáis generosos
y queráis escucharme
pues ahora que la noche
se aquieta y que la luna
sale entre los tejados,
el ingenio me sirve
su vaso y me parece
que voy a darle gusto
a uno que lleva
pidiéndome cantar
desde hace tiempo.

Mausoleo

Para más adelante
(tal vez un año o dos,
plazo cumplido)
la familia ha dispuesto grandes gastos.

Motivo de luto

Arrojad las banderas
al polvo del camino,
destensad vuestros arcos,
como el que guarda un arpa
guardadlos.

La guerra de las mujeres (II)

No todas las mujeres
están dormidas,
no todas palidecen entre muros
de adobe o se consumen
en carros chirriantes a la zaga
de un ejército.

Rendición negociada

Sobre un flaco caballo
y cubriendo sus hombros
con un manto raído
entró el primero en la ciudad rendida.